Los viajes no son una excepción, y cada vez es más frecuente que los programas que elaboramos para completar nuestras vacaciones familiares, o con amigos, incluyan visitas a algunas de las bodegas de la zona.
Uno de los destinos en los que estas actividades están aumentando más es la provincia de Cádiz, dónde Jerez cuenta con una antiquísima tradición bodeguera. Auténtico epicentro de la ruta vinícola de la provincia, esta ciudad gaditana de alto abolengo lleva al vino en su sangre, y deja que éste impregne la vida cotidiana de sus moradores, y que los olores y los aromas de sus calles y plazas evoquen, continuamente, a una forma de vida que se ha convertido en cultura.
Así, todo aquel que visita la ciudad, además de pasear por su alcázar, visitar la Catedral, o asistir a un espectáculo de flamenco o de caballos, acude a una de sus múltiples bodegas para adentrarse en la maravillosa historia de los vinos de Jerez, cuyo prestigio desborda nuestras fronteras hasta alcanzar nivel internacional.
Muy cerca de allí, el famoso Puerto de Santa María, lugar de veraneo de las grandes familias de Jerez, también es sede de algunas de las bodegas más importantes de la zona como Caballero, Terry y Osborne, que en su día eligieron la cercanía del mar para facilitar la exportación en barco de sus vinos, y por los beneficios que la humedad aportaba al envejecimiento de éstos.
Pero la provincia de Cádiz alberga otros tantos tesoros enológicos, cuya personalidad ha convertido en productos únicos e inconfundibles. Nos referimos, por ejemplo, a la famosa manzanilla de San Lúcar de Barrameda, dónde bodegas como La Guita o Barbadillo han hecho de este vino popular un reputado caldo que ya acumula 2 siglos de historia.
Elaborado con uva palomino, este vino blanco y seco tiene la peculiaridad de envejecer bajo una capa de levadura conocida como velo de flor. Es un vino ligero al paladar, muy pálido, de aroma punzante, seco y poco ácido, que resulta ideal para acompañar el aperitivo.
Siguiendo la costa se llega a Chipiona y a Rota, dos municipios en los que podrás degustar otras dos variedades que se suman a la gran riqueza enológica de esta provincia andaluza: el moscatel y la tintilla, excelentes para tomar fríos como aperitivo, o acompañando a la típica fritura gaditana.
En el caso del vino moscatel la protagonista es la uva homónima, que genera un vino muy aromático, que según la fermentación alcohólica a la que se someta genera variedades secas o semidulces. En éste último caso, marida muy bien con quesos y postres.
Por su parte, el vino tintilla se hace con uva tinta, cuya producción es muy pequeña, y sirve tanto para hacer vinos secos como dulces.
Siglos de historia enológica que no cesan de mejorar, incorporando nuevas técnicas y apostando en muchos casos por métodos ecológicos, para que los clásicos de siempre destaquen, también, por su respeto al medioambiente.
Como ejemplo, ya llegando a Chiclana de la Frontera, uno de los pueblos turísticos más consolidados de Cádiz, visita la Bodega Sancha Pérez. Si vas con niños, pide visitar su huerto, en el que podrán aprender cómo sustituir los dañinos herbicidas químicos por productos naturales, entre muchas otras cosas.
Además de descubrir los secretos del cultivo ecológico de la vid, podrás adentrarte en el arte de elaborar aceite de manera artesanal y ecológica, logrando un auténtico “oro líquido” que hace las delicias de los más exigentes paladares.
Culmina tu recorrido tomando una copa de vino de Jerez viendo el atardecer desde tu habitación del Valentin Sancti Petri, y goza de las espectaculares vistas que ofrece de la kilométrica y espectacular Playa de La Barrosa. ¡Te esperamos!